
() Por Alan Amado Lemus
Tres personas frente a un ataúd. Tres personas viendo lo que era la persona. La persona que está dentro nota su presencia, sabe quiénes son y lo que fueron.
Como si les importara.Como si realmente estuvieran derramando lágrimas por mí. No les importa en lo más mínimo. No les importó antes, ¿Por qué iba a importarles ahora? Ridículo, pero no puedo hacer nada, nada de nada. Estoy aquí, acostado en esta maldita caja. Acostado en esta incómoda especie de cama. ¡Maldita sea! No puedo hacer ningún movimiento. Mis manos están en esta ridícula posición. Por lo menos me hubieran vestido con mi mejor traje, mis mejores zapatos y mis mejores anillos y relojes. ¡Ni eso pueden hacer bien! Bola de inútiles, no saben cuánto los detesto. Yo, que alguna vez los llegué a apreciar y que incluso los llegué a querer. Cómo los cuidé antes de que me hicieran esto, claro está. Antes de que me hayan metido en esta maldita caja… maldita caja. ¡Ellos tienen la culpa de que yo esté aquí! ¡Ellos tiene toda la maldita culpa! Malditos sean. ¿Creen que no sé lo que hicieron? ¡Son una bola de interesados! No saben fingir nada. ¿Que tuve un problema? ¿Hubo una complicación? No se las creo. Quieren todo lo que he conseguido.
Lo quieren todo… malditos.
Seguro fuiste tú, niño mimado, seguro fuiste tú. Siempre me pedías, imbécil, todo lo que veías. Nunca aprendiste a trabajar como se debe, siempre fuiste un maldito mocoso que iba por la vida fácil, los malos caminos. Tú y tus malditos hábitos estúpidos. Recuerdo cuando me pedías dinero para “pagar la escuela”, ¿crees que era estúpido? Seguro lo mal gastabas en todos esos caprichos tuyos. Desgraciado, infeliz, ¡fuiste tú! ¡Sí, fuiste tú! Querías mi dinero, ingrato. Te di mi cariño, como lo debe de hacer un padre, y tú me mandaste a esta maldita caja para después terminar en un maldito hoyo por el resto de los días. Eso fue lo único que te interesó: el dinero.
Ahora que lo pienso, no eres lo bastante listo como para hacer esto. Siempre fuiste un inútil. ¿Entonces fue la maldita bruja? Debí imaginarlo, siempre fue una mentirosa experta. Ella era una reina de la manipulación. Siempre iba de allá pa'cá, mirando todo lo que pudieras comprar con, por supuesto, dinero mío. ¿Cómo no lo pude pensar cuando éramos unos muchachitoss? Ya decía yo que una mujer como ella sólo se interesaba en lo que hay en los bolsillos de uno. Siempre poniendo atención a eso. Por eso se juntaba con esa bola de buitres que ella llamaba amigas. Pensar que yo se lo di todo, nunca la traicioné ni faltó pan en la mesa. Nunca fui de los que negaban a su pareja, los que hablaban mal o los que se gastaban la mitad de su dinero en bebida. Sí, así son todas las mujeres como esa maldita bruja.
No entiendo qué hice mal, dime, si nunca fui de esos que le faltaban el respeto a una mujer, ni tampoco fui de los que siempre se iban y desaparecían por días, o incluso, semanas enteras. Nunca te traté mal. Pero siempre fui poca cosa para ti, ¿No? Por eso me has encerrado aquí, por eso me mandaste a estas cuatro malditas tablas. Eso explica por qué en los últimos días te mostraste tan atenta, tan servicial, tan cariñosa; todo era parte de tu maldito engaño.”
Mmm… tampoco fue ella. Era demasiado distraída y see desesperaba con facilidad. Sí, fuiste tú, sólo tú me conoces muy bien, hermano, como para poder hacer esto con exactitud. ¿Qué haces ahí, mal nacido? ¿Qué haces ahí junto a mi familia, desgraciado? No te atrevas a mirarme con tristeza, hipócrita. ¿Por qué? ¿Qué ganabas con hacerme esto? Le prometiste a mamá, cuando éramos niños, que me protegerías. Tenía cierta admiración por ti. ¡Maldición! Yo te admiraba, te respetaba como nunca llegué a respetar a nadie, siempre eras el primero para mí… ¡Siempre! No entiendo, ¿Qué querías de mí? No te falta dinero, nunca tuviste familia pero eso no te molestó, eres más respetado que yo y fuiste el preferido de papá. No entiendo qué te llevó a hacerme esto… Ah, sí. Siempre te quedaste solo. Era yo al que todos ayudaban, era yo al que recurrían cuando necesitaban a una “persona de confianza”, era yo al que buscaban cuando tenían un problema con dinero, ya que tú les causabas un poco de miedo. Yo no tengo la culpa de que seas “tú” y yo sea “yo”, o era yo. No pudiste hacerlo solo, eso es seguro. Tuviste ayuda de estos otros dos. ¿Un descuido mío? , ¿una dificultad y no se pudo hacer nada? ¡Patrañas! Ustedes me metieron aquí. Ustedes me envenenaron. ¿Qué fue?, ¿la comida?, ¿el agua? Eso explica por qué se mostraron tan serviciales en mis últimos días; todo era parte de su plan. Como dije, son una bola de interesados. Todas mis sospechas no son producto de la paranoia; tenía razón, fueron ustedes tres, malditos, cobardes, poca cosa. S aprovecharon de un hombre débil, indefenso. La culpa es mía, yo permití que sucediera esto y por lo tanto, esto es lo que tengo que pagar por tal descuido; algún día les llegará su turno. Disfruten todo esto mientras puedan… disfrútenlo.
2
Lo miraba en silencio. Estaba ahí, en la caja. No podía creer lo que estaba viendo. Nunca lo imaginé así, tan quieto y frío, tan indefenso; era la oportunidad perfecta para que le pagara todas las que me debía, sin embrago, no podía hacer nada. Tenía que permanecer en silencio y quieto, mostrando respeto, no a él, si no a mi madre. No quería que los demás hablaran mal de ella. Así que estás muerto, ¿no es así, viejo? Nunca creí que este día llegaría. No tengo nada en contra tuya, ¿O sí? No me gustó que hayas sido una mierda de padre. ¡Ha! No eres tan grande como creías que eras. No te debiste sentir tan grande, algún día tendrías que caer. Eres patético por confiarte tanto, tú, quien me castigaba por cometer ese error que casi considerabas un pecado; “un error que te puede costar la vida” decías. Ya no importa, no volverás a hacerle daño a nadie. Ya no tendremos que soportar tus malditos gritos, tus constantes críticas y humillaciones; ahora somos libres. Este es el mejor regalo del mundo, no tienes idea de cuánto lo disfruto: verte ahí dentro. ¿Piensas que te vamos a llorar? Imbécil de porquería, ni que te lo merecieras. Recuerdo que me dijiste que debía seguir tu ejemplo… ¡Ha! no sabes, viejo, no sabes la risa que me dio el escuchar eso. Viejo, siempre te desquitabas conmigo, siempre me maldecías; nada era suficiente para ti. Me harté, no importaba lo que hiciera. No importaba si conseguía trabajo, si conseguía dinero; no importaba si era el mejor en lo que hacía o por lo menos uno de los mejores; no importaba si te ayudaba en algo que no entendieras, siempre era yo con el que desahogabas todo el coraje que tenías guardado. Recuerdo cuando empezaste a sentirte mal, no podías mantenerte en pie, te la pasabas quejándote día y noche. Nadie aguantaba tus constantes gritos, tu maldito hábito de arrojar las cosas por toda la habitación. Incluso, cuando el doctor te dio la noticia, empezaste a maldecirlo diciendo que él era el culpable de que eso te pasara, ¡Todo fue tu maldita culpa, viejo idiota! Nunca tuviste cuidado con lo que comías, nunca te mediste con los vicios y la comida y, como siempre, nunca te acercaste a un hospital, ni si quiera a un pinche doctor. Cuando los veías les gritabas en la cara con tu clásico "a mí no me pasa nada, putos". Les llamabas charlatanes. Nunca seguiste sus consejos, todo por tu maldito orgullo.
¿Recuerdas tu último día? No podías moverte. En ese momento recordé todo lo malo que me hiciste a mí y, peor aún, a la pobre mujer que está a mi lado. Maldito seas, no fue justo. Podía entender que tu vida fuera una desgracia, que te desquitaras conmigo, al fin y al cabo nunca te agradé, ¿Pero desquitarte con ella? Ella, quien te acompaño toda la vida, quien te vio desde que estabas abajo, y te apoyó... eso no tiene nombre, viejo, no fue justo. No debiste hacer llorar a tu amada, si es que así la considerabas, o hacer sentir menos a quien un tiempo atrás te admiró como a nadie. No debiste convertirte en una porquería; ahora cumples tu castigo. ¿Sabes?, es increíble que, ahora que estás muerto, te siga guardando rencor. Debería olvidarlo. ¡Sólo mírate, estás en una maldita caja! Ya no harás daño a nadie… entonces, ¿Por qué siento rencor aún? Sera que tu alma no descansa en paz, viejo, eso debe ser. Aún después de muerto sigues haciéndome difícil la vida.
El hijo metió las manos a los bolsillos del pantalón. Vio a su madre unos segundos y después sonrió.
—Hasta nunca, viejo, y buena suerte… la necesitarás.
Con una lágrima escurriendo por el ojo izquierdo, la madre veía a su hijo. Sería, tranquila, a pesar de la lágrima. A diferencia de su hijo, ella lo veía con más detalle, como si no creyera lo que estuviera pasando en ese momento.
Entonces, ¿todo acabó? ¿Así, tan de repente? Después de tantos años, años desperdiciados, querido. ¿Qué hice mal? Dime, ¿Qué es lo que me faltó hacer? Me dejaste aquí, me siento sola pero, por alguna razón, siento que no me afectó tu ida como debería. No entiendo, explícame por favor, ¿acaso soy una mala persona? Siempre fui tu acompañante, desde que éramos jóvenes. Nunca te fallé, siempre te fui fiel, siempre te atendí, siempre estuve al pendientei, entonces, ¿por qué no puedo estar tan mal como debería? Tal vez fue por aquellas veces en que te enojabas conmigo sin saber por qué. Tal vez fue porque no te supe atender bien y me regañabas por horas. Siempre fuiste el hombre que quería tener la última palabra, nunca escuchabas a los demás, nunca te importamos. Sin embargo, tú nunca me negaste nada, sin importar cuánto te costara. Tal vez no hayas sido el hombre más expresivo que pueda conocer, pero eso sí, me tenías muy consentida, siempre me dabas lo que yo quería. Nunca me fallaste en ese aspecto. Pero, en otras cosas, me sentía un poco abandonada.
Estás ahí, sin mucha diferencia a como te veías en tus últimos días. Recuerdo que nos habías acusado a mí y a tu hijo de haber provocado todo esto, qué equivocado estabas. Yo nunca haría algo así, o por lo menos lo hubiera hecho más discretamente. No tienes ni idea de lo que tuvimos que pasar, sólo míranos, aquí junto a ti, esperando que algo maravilloso pase.
Adiós, cariño, nos veremos en la otra vida.”
El otro hombre se conformaba con verle el rostro. Movía la cabeza en señal de decepción. Esa era la última vez que lo vería.
Ay, hermano. Mira nomás lo que te pasó. Esa desconfianza tuya fue la que te hizo esto. ¿Qué puedo decirte, hermano? Me decepcionas. Y pensar que fuiste el favorito. Bueno, no pensaré de más, sólo vine a despedirme, no quiero molestarte con mis pensamientos pendejos.